Suelen confundir algunas personas, aún creyentes, el mandato de nuestro Señor Jesucristo, en el sentido de que tenemos que amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen para que seamos hijos de Dios,
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” – Mateo 5:44-45
Nos queda claro que para ser hijos de Dios se requiere creer en Jesucristo y recibirlo como nuestro Salvador . Es decir, es por la sola fe y la sola gracia en términos de lo expuesto para la doctrina de la Reforma. De tal manera que si nosotros interpretamos que el mandamiento de Jesús, es que necesitamos amar y orar por nuestros enemigos para ser hijos de nuestro padre, entonces tendríamos que concluir que la salvación es por obras.
Desde luego qué esta idea tiene que ser descartada, dado que lo que el Señor quiere es que debido justamente a que hemos sido regenerados, hechos nuevas criaturas, es de esperar que nos comportemos como tales, que hagamos cosas que no son de este reino, sino del Reino de los Cielos. Pues precisamente porque somos hijos espera que hagamos cosas que para aquellos que no han sido regenerados resulta inaudito .
Resulta inaudito para el hombre común que Dios nos pida poner la otra mejilla, o dar nuestras prendas de vestir, o no pedir que se nos devuelva lo que se nos quitó. Cómo lo mencionan las Escrituras
“Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.” – Lucas: 6:29-30
Sólo un hijo de Dios debe ser capaz de entender estos requerimientos que para el hombre natural son locura
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” – 1 Corintios 2:14
El Señor quiere que el mundo perciba que somos hijos de Dios, así se entiende que Dios refiere estos mandamientos en relación a terceros. La preposición no indica que es para que nosotros seamos hijos de Dios sino para qué perciban que somos hijos de Dios.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” – Gálatas 2:20,
Eso es precisamente lo que necesitamos aprender, qué morirnos con Cristo, que nuestros deseos y pensamientos ya fueron crucificados y que nuestro yo ya no tiene poder, porque ya no vive. No obstante que aún estamos en este cuerpo, es por eso que Dios nos pide que lo que hagamos, tenemos que hacerlo y vivirlo en la fe de Jesucristo, por más extraño que nos parezca.
Todo esto sólo es posible cuando podemos ver la Gloria de Dios, y saber que después de la regeneración empieza un proceso de transformación hacia la imagen de Cristo por el Espíritu Santo del Señor
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” – 2 Corintios 3:18
Y eso nos ayuda el poner los ojos un Jesús para soportar y sufrir nuestra Cruz y poder cargarla
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” – Hebreos 12:2

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