La semana pasada recibimos esta pregunta de forma anónima. ¿Interviene la decisión del hombre en su salvación siendo la gracia de Dios irresistible?.
La pregunta resulta de lo más interesante, dada la controversia qué se ha suscitado históricamente entre la teoría de la salvación por mérito y la de la gracia; la cual se agudizó a partir de la Reforma Protestante que sostuvo categóricamente, ‘sola gratia’.
Tesis tercera: “Sola gratia”
“Reafirmamos que en la salvación somos rescatados de la ira de Dios sólo por medio de su gracia. Es la obra sobrenatural del Espíritu Santo que nos trae a Cristo liberándonos de la esclavitud del pecado y levantándonos de la muerte espiritual a la vida espiritual.
Negamos que la salvación sea en algún sentido una obra humana. Los métodos humanos, técnicas o estrategias por sí mismas no pueden lograr esta transformación. La fe no es producida por nuestra naturaleza humana no regenerada.”
Siguiendo no sólo las ideas de la Reforma sino la doctrina escritural debemos concluir que la salvación descansa sobre la base de la gracia y que se descarta cualquier tipo de mérito, obra o voluntad del hombre, que pudiera significar una especie de mérito.
La ideología del mérito se refiere a tres niveles de mérito:
- El merecido. Aquello que debe de ser recompensado
- El congruente. Se refiere a la recompensa apropiada o equivalente que se basa en obras y penitencia
- El súpererogatorio. Va más allá del deber y que se atribuye a los “santos”
(No dejamos de hacer notar que varios de estos conceptos carecen de apoyo bíblico.)
Cuando la corriente Protestante, (Lutero, Calvino, Zwinglio y otros), enarbolaron la declaración de ‘sola gracia’, descartaron cualquier posibilidad de intervención humana, reconociendo que el único mérito es el sacrificio de Cristo.
La sola palabra ‘gracia’ que significa ‘favor inmerecido’, o como se diría en habla inglesa: ‘regalo inmerecido’, es la sola disposición de Dios hacia nosotros, Romanos 2:4 ¿Qué podría hacer un muerto? Efesios 2:1-2, por responder a esa disposición de Dios.
Pensar que el hombre responde como resultado de un acto espontáneo que proviene de él, es reconocer algún mérito en el hombre respecto de los que no respondieron positivamente y eso sería algo que los distinguiría y también sería motivo de jactancia frente a otros hombres, significaría en algún modo una obra.
El apóstol Pablo explico en Romanos 3:24, que somos justificados gratuitamente por su gracia, mediante el rescate, y pregunta el mismo apóstol, ¿dónde está la jactancia? v. 27. Y concluye que la justificación es por fe sin las obras.
El hecho de pensar que el hombre podría dar una respuesta y esa respuesta constituiría algún componente en el acto de salvación, tendríamos la herejía de que la salvación no sólo es producto de la voluntad de Dios, sino de una combinación de la voluntad del hombre con la de Dios.
Conocemos que en la post-reforma surgió una corriente que sostuvo que el hombre podía responder al llamado de Dios porque después de todo “el hombre no es tan malo”.
Esta idea que fue concebida por Jacobo Arminio, (Arminius, Hermann), Teólogo holandés que fue educado en la Reforma Protestante, pero que pronto dudó del concepto calvinista de la soberanía de la gracia contraviene el concepto bíblico de la depravación total del hombre, lo que lo llevó a concebir la idea de que la gracia puede ser resistida y entonces concluyó que Dios elige o reprueba en base a la fe o a la incredulidad preconocida. También derivó en que la salvación se pierde como resultado de la falta de perseverancia.
Sus discípulos, que no fueron pocos y no poco influyentes, llevaron las ideas de Arminio hasta extremos tales como que la depravación del hombre no es total, la fe es una “buena obra” del hombre (las cursivas son mías), para la aceptación de Dios, etc., etc.
Estas ideas en su conjunto constituyen lo que se conoce como arminianismo, o cómo remostrantes, de remostratia (protesta). Entre sus discípulos destacados encontramos a Hugo Grotio, Episcopius.
El movimiento metodista rama (rama Wesleyana), ha recogido algunas de estas enseñanzas que se conocen como arminianismo evangélico.
Finalmente, la gracia soberana e irresistible de Dios está basada en la doctrina de el llamamiento eficaz, qué significa que el llamamiento es perfecto, de otra manera dependería su eficacia en alguna manera de la voluntad del hombre (sea lo que quiera significar esto).
El llamamiento de Dios, como cuando llamó a Lázaro, es la voz de Dios llamándonos con poder, no podemos resistir ese llamado, porque entonces el poder de Dios sería limitado. Es ese poder el que penetra a nuestro corazón y lo abre, Hechos 16:14, para producir una respuesta sólo en el sentido de ser salvos, Santiago 1:18
Todo ello es un misterio para nuestro entendimiento, pues, ¿Cómo siendo muertos, podemos responder positivamente al llamado de Dios?. La respuesta está en la obra del Espíritu, no en la voluntad del hombre, Juan 3:8

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