Con alguna frecuencia se piensa en el mundo evangélico, qué hacer la voluntad de Dios, obedecer a Dios es únicamente para los creyentes. Y en parte hay razón para afirmar eso, pero llevado al extremo de lo absoluto no necesariamente es cierto, veamos por qué.
Efectivamente sólo aquellos que tienen el Espíritu de Dios morando en sus vidas, están capacitados para obedecer a Dios completamente y en todas las áreas de su vida. Pero también es cierto que, para los inconversos, Dios muestra que, para efectos de la conversión, es decir para ser justificados también por gracia, Dios les concede la fe para creer. Y a eso se debe que algunas veces vemos en las Escrituras que la palabra obedecer, también se usa para la acción de creer, entendiendo que se refiere a aquel momento en que el hombre recibe a Cristo como su Salvador y su Señor.
Y no nos estamos refiriendo por supuesto a que la salvación es por obras, pues la doctrina sistemática generalizada en las Escrituras es que la salvación es por gracia, y que la fe es un regalo (Don, Gift en la versión King James), es decir es un regalo de Dios:
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.” – Efesios 2:8-9
Por ejemplo, en Romanos 6:17, leemos lo siguiente:
“Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados.”
Aquí se usa la palabra griega ‘hupakouo’, que, si bien el verbo significa ‘obedecer’, queda claro que la acción a la que se refiere el texto bíblico es a ‘creer’. Y tal cuestión queda confirmada cuando leemos en el mismo libro de Romanos 10:16, en donde encontramos la palabra ‘obedecieron’ que sin duda se refiere a creyeron, pues el contexto de Romanos 10 desde el v.13 hasta el v.17 claramente observamos que se está refiriendo a la respuesta que los hombres dan al oír la predicación del Evangelio a través de la predicación de la Palabra de Dios.
“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” – Romanos 10:13-17
Por lo cual es evidente que Dios les concede, y que a nosotros nos concedió, esa gracia de obedecer, creer el Evangelio y recibir ese regalo que proviene de Dios para la justificación redención y regeneración.
También nos sirve de ejemplo el caso del pasaje que se conoce usualmente como el del joven rico, que por su esfuerzo pretendía recibir la vida eterna, pero ante las exigencias de Jesús de obedecer (creer), de seguirlo, reaccionó rechazando el regalo que le ofrecía.
“Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.” – Mateo 19:16-23
Por lo que confiar en Jesucristo también significa creer en Él y en última instancia obedecerle.
