Durante mucho tiempo en la historia de la humanidad, en la parte que se conoce como la era cristiana, se hizo creer a las personas que no cualquiera podía y debía leer las escrituras.
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.” – Apocalipsis 1:3
Al que esto escribe así se le hicieron saber y durante gran parte de mi vida pensé que en efecto solo unos cuantos eran capaces de leer y entender la palabra de Dios.
Tiempo después descubrí que tal idea no tenía fundamento bíblico.
Cuando por primera vez hice conciencia de lo que dice Apocalipsis 1:3, me di cuenta que antes había leído la Biblia prejuiciosamente y que si no entendía era porque se ha de discernir espiritualmente, lo cual solo ocurre si se tiene el Espíritu de Dios morando en nosotros1 Corintios 1:14.
Lo primero que me llamó la atención al leer el v. 3 de Apocalipsis fue que dice que los que leen las Escrituras y las hacen son bienaventurados, es decir que son felices, dichosos, pues eso es lo que significa la palabra griega macarius.
Y en efecto desde el Antiguo Testamento ya se leía en el Salmo 1:2 que es dichoso aquel que encuentra delicia en la Ley de Dios.
Cuando me percate de la bendición que se encontraba en leer y escuchar la Palabra del Señor, me motivo a convertirme en asiduo lector de la Biblia y a escuchar, en ese entonces, todo cassete en el que se predicaba la Palabra de Dios.
En segundo lugar, también me percate que no bastaba con leer y escuchar la voz de Dios, sino que la felicidad completa se encuentra en ponerla en práctica, es decir convertirse en un hacedor de ella como nos enseña Santiago 1:22. Y la razón de todo esto es porque el tiempo esta cerca, así lo muestra el versículo en el que reflexionamos.
El apóstol Pablo le escribió a Timoteo en su Segunda Epístola 4:1-2:
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.” – 2 Timoteo 4:1-2
La razón por la que Pablo advirtió a Timoteo y a nosotros que se predicara la palabra de Dios, es porque Dios juzgará a los vivos y los muertos y porque ese tiempo esta cerca, tal y como lo dice en la parte final de v. 3 Capítulo 1 de Apocalipsis.
Esta advertencia nos conmina a estar preparados para la venida del Señor y que mejor que Dios nos advierta que debemos estar preparados leyendo, escuchando y haciendo su voluntad, porque como enseña la escritura el Señor vendrá sin que lo sepamos, como ladrón en la noche.
Por eso el libro de Apocalipsis también es conocido como: “Revelación”, de Jesucristo.
La lectura de este libro debería ser constante no solo por la felicidad que nos proporciona el saber que el Señor viene, sino porque nos prepara para su venida, para que cuando Él se manifieste no nos alejemos de Él avergonzados.
“Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.” – 1 Juan 2:28