“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ello, Cuando yo quite sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” – Romanos 11:25-29
A veces pareciera que somos salvos por méritos propios. Son varias las actitudes que con frecuencia tomamos y contra quiénes las tomamos que bien podrían reflejar que pensamos que fuimos salvos por nuestros méritos.
Esa parece ser la cuestión respecto de la cual Pablo tiene la intención de prevenir al cristiano.
El creyente no es mejor que el incrédulo, como tampoco el gentil lo es respecto del judío. No hay cabida para la jactancia. Todos somos pecadores, la única diferencia es que unos somos elegidos y otros no, y a mi y a ti no nos eligieron por nuestras cualidades, sino por pura gracia.
Por eso el apóstol en nuestro texto de reflexión en el v.25 le dice al gentil creyente, que no quiere que ignoren cómo fue que los judíos contribuyeron a su salvación, lo cual desde luego es un misterio.
Claramente el apóstol les dice, o mejor dicho nos dice que Dios utilizó el rechazo del pueblo judío respecto de Cristo, para que los gentiles tuvieran cabida en el plan de salvación.
“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” – Juan 1:11-12
Pero lo que no debemos olvidar, pues eso nos puede hacer jactanciosos, es que los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables v.29. Dios llamó al pueblo judío para ser su pueblo y dentro de ese plan Dios permitió que el pueblo como cualquier hombre, como tú y yo por su naturaleza de pecado rechazara a Dios. Y eso permitió (el rechazo de los judíos a Dios), que entrará el pueblo gentil al plan de salvación.
Ahora no quiero confundirte, este plan ya estaba diseñado así desde la fundación del mundo, Dios no improvisa, Él es perfecto. La escritura dice que una vez que haya entrado la plenitud de los gentiles, se terminará ese endurecimiento del pueblo judío. Como el rechazo sólo fue en parte, es decir por un tiempo, al final el v.26 nos indica que todo Israel será salvo, es decir los que crean en Jesús.
Y aunque no lo creas eso ocurrirá ¿y sabes porqué?, no por los méritos del pueblo judío, sino porque el v.27, dice que Jesus el libertador quitará el pecado de Jacob, esto es de los judíos.
Así que, como dice el v.27, que si hay alguno que sea enemigo del evangelio, independientemente de su responsabilidad, es a causa de nosotros, para que nos demos cuenta que nosotros pudimos ser el pueblo impío que rechazó a Jesús. Pero que somos amados por la elección, no por nuestras cualidades.
Por lo cual, cuando tu no entiendes esto y te jactas delante de los incrédulos lo único que haces es hacerte soberbio, o como dice el v.25, arrogante, pero sin causa.
El v.32 del Capitulo 11 de Romanos concluye que Dios sujetó a todos, A TODOS, a desobediencia, a ti y a mí, para tener misericordia de todos.
“Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.” – Romanos 11:32
Si tú no lo entiendes de esa manera, entonces Dios no puede tener de ti misericordia, porque no la necesitas, porque serías salvo por tus méritos y si eso proclamamos a los demás los hacemos arrogantes sin causa.
“Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala.” – Santiago 4:16