Como ya lo hemos comentado en reflexiones anteriores Jesucristo es presentado por los evangelios bajo distintas perspectivas; Mateo lo presenta como Rey, Marcos como Siervo, Lucas como Hombre y, finalmente, el Evangelio de Juan muestra a Jesucristo como Dios.
Sería más que suficiente decir que en Juan 1:1 nos dice que el verbo, Jesucristo es Dios.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” – Juan 1:1
Y que en Juan 20:28 Tomas lo reconoce como Señor y como Dios. “Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!”
Pero existe mucho más que esa evidencia que nos da el apóstol Juan para creer en Jesucristo no solo como el Hijo de Dios, sino como Dios mismo.
Veamos lo que dice Juan 10:24-31:
“Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.”
La declaración que hace Jesucristo de que Dios y Él son uno esta precedida por una pregunta de los judíos que no lo aceptaban diciendo:
“¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.” – Juan 10:24
Jesús les contesto que ya se los había dicho y no creyeron (v.25).
El propósito de saber que Él es Dios, es para creer en Él, no es un mero conocimiento intelectual. Jesus agrega que no creen porque no son sus ovejas.
En realidad, los judíos no querían saber si Él era verdaderamente el Mesías, sino lo que deseaban es que Él lo declarara públicamente para tener motivo para acusarle.
Había mucha evidencia en el testimonio de Jesús para saber que Él era el mesías, el enviado de Dios, Dios mismo.
Nicodemo, miembro del Sanedrín, argumentó que él sabía que Jesús venía del cielo por las obras que hacía. Sabía que su origen era celestial.
Pero ellos no escuchaban lo que Jesús les decía, porque no era lo que querían oír, porque no querían creer.
Él les hace otra declaración, les dice que Él da vida eterna a sus ovejas, y que por tanto no morirán, porque están seguras en la mano de Jesucristo, porque nadie las puede arrebatar de su mano (v.28) la certeza de la vida eterna era otro elemento para saber que Él es Dios, pero sus oídos estaban cerrados.
A continuación, les da un último argumento que, si lo hubiesen escuchado con los oídos espirituales, habrían creído en Él. Les dice Jesus que sus ovejas, el Padre, Dios mismo, se las dio y nadie las puede arrebatar de la mano de Dios, porque ahí están seguras.
Lo que les esta diciendo Jesus es que la mano de Jesucristo (v.28) y la mano de Dios, (v.29) donde están sus ovejas es la misma mano, porque Dios y Jesucristo son lo mismo.
El v.30 termina con una declaración concluyente, “Yo y el Padre uno somos”.
Los judíos que lo cuestionaban habían obtenido la respuesta que buscaban, no para creer, sino justamente para tener un motivo para acusarlo, por eso tomaron piedras para apedrearlo.
El Evangelio de Juan fue escrito para que tú y yo creamos en Dios, en Jesucristo que son el mismo.
“Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” – Juan 20:31
La Biblia está llena de evidencias de que Jesús es Dios, pero los motivos por los que el hombre quiere saber de Jesús no siempre son los correctos y termina no creyendo, pero no por eso Él deja de ser Dios “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.” – Romanos 9:5